16.6.16

1:45

         

        Me llamo como la risa que guardan las gaviotas para burlarse de mi insomnio, lo descubrí la primera noche que las escuché divertirse a mi costa. No sabes tu nombre hasta que esa vibración te atraviesa la membrana directa al alma; no es para tí, es un sonido más, pero en el fondo sientes que tú si eres un poco parte de él. Es como un algo que siempre ha estado ahí sin necesitar que lo tengan en cuenta, tan humilde que solo por eso su pureza vale más cuando la descubres.
         Desde esa noche encuentro mi hogar en cualquier lugar, aunque me parezca estar perdida sigo en casa. Da igual que no pueda oírlas llamarme, sé que lo hacen y con ellas lo demás. Todo al alcance, y yo empeñada en no acercarme por no creerme parte de algo tan importante y hermoso como es la vida bullendo alrededor. Siendo sincera se me olvida que existe. Si cada día lo único que veo son paredes, alquitrán y caras rancias, lógico. Por suerte las gaviotas me lo recuerdan.
     Y el gato.
     Y el mar.
     Y cosas.

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