7.5.16

Joder. Con eso resumo todo.

   

          No es que no sea consciente de la importancia que tiene el hacer un esquema de la historia antes de ponerse a escribir, es más bien que mi vida se rige por el caos, y la escritura no iba a ser la excepción.
         Soy una principiante, me dejo embaucar por esos momentos románticos en los que pareces seguir un dictado divino. Luego, el silencio. Y luego, recuerdo lo aprendido y me hago el harakiri por no haberlo aplicado. Bueno tanto no, pero casi. Está claro que cada uno tiene su estilo, el mío es ir a trompicones.
       Escribir es un trabajo duro, por si alguien lo dudaba. En mi casa no lo dudan, están seguros de que ya no nacen escritores. Los nuevos iconos de la literatura son personajes televisivos que venden sus infidelidades, los creadores de la renovada y definitiva dieta de la piña, o el psicólogo de turno que me borrará los traumas con sus reflexiones. Da igual que aparezca ¡con dinero señores!, de un premio tal o cual, o con el folleto que van a leer en la consulta del dentista y que escribí yo (no quiero complicarles la vida con poesía), que como mucho dirán “ que bien”, y seguirán comiéndose las lentejas. Eso sí, la final de GH merece tres o cuatro días de comentarios, vídeos por Whatsapp, y enlaces a reportajes digitales.

        La recompensa no va ligada al esfuerzo, ya lo sabía. También intuyo que ni yo misma estaré nunca satisfecha con mi trabajo, y eso lo hace más duro. Hay días locos en los que todo va a la basura, y hasta apetece tirarse a uno mismo, pero te sientas y sigues escribiendo mierda, de otro modo no sería posible aprender. A veces conozco a alguien que dedica su tiempo a lo mismo, aunque no de la misma manera, y sigo sin poder compartir al cien por cien lo que me ocurre cuando escribo. Me revuelve las tripas estar tan sola en esto. ¿Y por qué lo hago? Es que soy una pesada, me gusta contar. Me pone llenar cajones con libretas, papeles sueltos, libros con más post it que páginas... Abrirlos tiempo después y que me sorprendan.
     No pensaba enamorarme, pero cien mil palabras son muchas.

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