16.5.16

Ángulo muerto.

   

     Pierdo la perspectiva, no sé dónde estoy ni quién soy. Por qué hago lo que hago, por qué me siento fuera de todo.
     En el centro del fondo de algún lugar, el aliento se condensa y la sangre se coagula. Nutridas del desastre, las articulaciones supuran lágrimas en ramillete para quien las quiera. Poco más tengo que no sean dudas, rotos y tachones. Hoy piso realidad, y hace daño. Puede que mañana no, puede que encuentre un rincón para mí y no me importe compartir. Pero ahora sigue siendo hoy y sigue doliendo.
     Más que dolor es desgana. Agota vivir en permanente desahucio, esperando un relámpago que me llene el pecho con pulso de tambor. Ingenua... ¿Qué locura es esa de reanimarlo para matarlo? La paradoja de encerrarse en una caja hasta que alguien te diga si vives o mueres . Mientras tanto a veces vives, a veces mueres, sin saber en qué momento va cada uno, sin llegar a ser vivo ni a ser muerto.
 

7.5.16

Ser-sabor-secreto.



         Tengo un secreto, un secreto de verdad, uno que solo sé yo. Lo quiero así para mí sola, bien envuelto en papel de regalo brillante. De vez en cuando lo deseo satinado en mis yemas y de tan delicioso parece que quema, no se deja tocar. Si pudiera deshacerlo en saliba sería puro sirope de azúcares deslizándose hasta los tobillos.
        Como morder melocotones, así de jugosos son los mejores secretos.

Joder. Con eso resumo todo.

   

          No es que no sea consciente de la importancia que tiene el hacer un esquema de la historia antes de ponerse a escribir, es más bien que mi vida se rige por el caos, y la escritura no iba a ser la excepción.
         Soy una principiante, me dejo embaucar por esos momentos románticos en los que pareces seguir un dictado divino. Luego, el silencio. Y luego, recuerdo lo aprendido y me hago el harakiri por no haberlo aplicado. Bueno tanto no, pero casi. Está claro que cada uno tiene su estilo, el mío es ir a trompicones.
       Escribir es un trabajo duro, por si alguien lo dudaba. En mi casa no lo dudan, están seguros de que ya no nacen escritores. Los nuevos iconos de la literatura son personajes televisivos que venden sus infidelidades, los creadores de la renovada y definitiva dieta de la piña, o el psicólogo de turno que me borrará los traumas con sus reflexiones. Da igual que aparezca ¡con dinero señores!, de un premio tal o cual, o con el folleto que van a leer en la consulta del dentista y que escribí yo (no quiero complicarles la vida con poesía), que como mucho dirán “ que bien”, y seguirán comiéndose las lentejas. Eso sí, la final de GH merece tres o cuatro días de comentarios, vídeos por Whatsapp, y enlaces a reportajes digitales.

        La recompensa no va ligada al esfuerzo, ya lo sabía. También intuyo que ni yo misma estaré nunca satisfecha con mi trabajo, y eso lo hace más duro. Hay días locos en los que todo va a la basura, y hasta apetece tirarse a uno mismo, pero te sientas y sigues escribiendo mierda, de otro modo no sería posible aprender. A veces conozco a alguien que dedica su tiempo a lo mismo, aunque no de la misma manera, y sigo sin poder compartir al cien por cien lo que me ocurre cuando escribo. Me revuelve las tripas estar tan sola en esto. ¿Y por qué lo hago? Es que soy una pesada, me gusta contar. Me pone llenar cajones con libretas, papeles sueltos, libros con más post it que páginas... Abrirlos tiempo después y que me sorprendan.
     No pensaba enamorarme, pero cien mil palabras son muchas.

Má.



       Soñar es pisar arena salada un martes a las dos de la madrugada, bañada por mar y cielo a partes iguales. Entender en la noche el sentido de la muerte y olvidarlo a la mañana siguiente, para seguir soñando sin nada que pueda molestar.
        Hoy me he visto reflejada en un escaparate y ¿sabes qué?, soy tan parecida a tí que por un momento no supe quién era. Todo lo que había olvidado ha vuelto, te reconozco en mis mejores ideas. Intercambiamos el espacio, ahora tú vas dentro de mí, me reconfortas, haces que vuelva a casa. Aún me divierte pensar en tus cosas, pedirte imposibles o contarte cualquier tontería porque sí. Las visitas no son lo mío, ya lo sabes, pero es que estás tan aquí que no sé bien dónde ir a verte.

       La lucidez ha llegado un poco tarde, pero es tan exacta que lo demás sobra. Si esto es el amor, es todo lo que esperaba que fuera.

4.5.16

Hoy no.



Es excitante esa casualidad
                              sobre la baldosa.

Es vampírico ese instinto,
                         carnívoro y ansioso.

Será suficiente con plegar la incertidumbre
por esta noche,
al menos por esta noche,
voy a distraer la mano
entre algodón y sintético.

Hoy no te haré caso,
te doy por muerto
para resucitarte mañana,
y serás alcohol quemando la página,
te lo prometo.

La teoría Pantone. Parte segunda.

     


         Me sudaban las manos. Siendo sincero, estaba empapado de pies a cabeza. La primera cena con una mujer en al menos tres años y, cosas de la vida, lo único que conocía de ella era su voz.
        Por momentos pensaba en salir del restaurante y olvidarme de todo eso, pero algo me tenía paralizado y no era la posibilidad de echar un polvo. O al menos no era lo único. Mi oportunidad de huir se esfumó al mismo tiempo que el maître acomodaba en una silla frente a la mía a un ejemplar maravilloso, excepto por el pelo color verde. Y las cejas, los ojos, el vestido, las uñas… Todo verde.

        - ¿Lo has traído?
        - Sí, como me indicaste-dije mientras me afanaba en sacar el portátil de la mochila.
        - Perfecto. Disfruta de la cena, ya habrá tiempo para eso.
         
           Pero no disfruté demasiado. En los últimos días las preguntas se multiplicaban, y a la vez la intuición de que no iba a resolverlas esa noche, o al menos no como esperaba. Todo por el puto Mac de las carpetas. O mejor dicho, el puto destino actuando. El resto lo hizo mi curiosidad y Braus que, por desgracia para él, tenía buena mano para la informática y tuvo que dedicar un buen rato a desactivar contraseñas.

         - Gracias tío. A ver que hay aquí...
         - Gracias los cojones. Me debes unas pintas- dijo apuntándome con los dedos a modo de pistola.
         - ¿Eh? Sí claro, luego quedamos.

          Cada carpeta contenía varios archivos de audio. En el primero, una voz de mujer, perfectamente modulada y con ese punto melancólico de las voces roncas, desarrollaba al detalle la teoría del color. Me la ponía dura. Hasta que llegué a uno que me desconcertó. La voz se dirigía a mí por mi nombre, me daba instrucciones para “guíar a los nuevos elegidos”, y un montón de cosas que no entendía. Me dolía la cabeza. Cerré el portátil y me fui con él a casa. Allí me esperaba la escena de costumbre: mi padre durmiendo con medio cuerpo colgando del sillón orejero. Ya tumbado en la cama no podía evitar pensar de quién sería esa voz y qué sentido tenía todo aquello.
          Encendí el Mac para escucharla de nuevo y vi una notificación de email. Accedí sin problemas, Braus se había portado. En él, se me citaba en el restaurante del hotel Zahure dos días después, con la intención de recuperar el portátil que se dejaron en mi mesa sin querer. Respondí que para nada había sido casualidad, y que no devolvería el Mac si no se me explicaba de que iba la broma. No me contestaron. Y ahí estaba, dos días después, en ese restaurante, probablemente cenando con una prostituta pagada por Braus y su primo,en un intento de darle emoción a mi vida con el jueguecito del portátil.

Me declaro hostil.

La que nunca luce,
la que siempre falla,
la que a veces se revuelve
y muerde “sin razón”.

La que fácil se pierde,
la que complica todo,
la que enreda sentimientos
y “se pasa de pasión”.

Ya desisto en demostrar
que puedo crecer más,
que puedo ser cuando mires
lo que deseas encontrar.

Me declaro hostil,
indecente y ladrona inconsciente
de cualquier media noche
que prometa libertad.