10.9.16

SOLEDAD MAYÚSCULA.

       SE HABÍA QUEDADO SOLA. NO EN UNA HABITACIÓN NI EN UN VAGÓN DE TREN, ESTABA SOLA EN TODOS LOS PLANOS POSIBLES. LA IDEA PASÓ DE REFILÓN, SIN MEDRAR EN SU CABEZA, PERO EN LOS DÍAS SIGUIENTES IBA Y VENÍA CON TANTA SOLTURA QUE ACABÓ LLAMÁNDOLE LA ATENCIÓN. <<ASÍ QUE SOLA…>> SE DECÍA, Y ACOMPAÑABA LAS PALABRAS CON UNA SONRISA.
     EL SILENCIO NO ERA MÁS MOLESTO QUE CUALQUIER HABLADORIO INÚTIL, Y SIEMPRE PODÍA CONVERSAR CONSIGO MISMA. ESO LA HACÍA SENTIR AFORTUNADA. NO TENÍA OBLIGACIÓN DE SOPORTAR PESTES, MIRAR OJOS COMPASIVOS NI ROZAR PIEL NI PELO AJENO. AQUELLO QUIZÁ FUERA DESAGRADABLE PERO NO ERA LO PEOR, LO MÁS INSOPORTABLE DE TODO ERAN LAS INTENCIONES DE ESOS OJOS. SE PODRÍA DECIR QUE AUNQUE NO LAS CONOCÍA, LAS INTUÍA, Y LE DABAN MIEDO. PREFERÍA NO INDAGAR, MEJOR NO SABER QUE PLANES TENDRÍAN PARA ELLA SI LES DEJABA ENTRAR, CON SUS CARAS AMABLES Y SUS ORDENADAS VIDAS, Y SU LEMA " SI ES FRUSTRANTE, ES LO CORRECTO".
       A VECES LOS DÍAS PARECÍAN BORRARSE, SE FILTRABAN POR LA RENDIJA EQUIVOCADA Y LOS OLVIDABA. AÚN ASÍ ERA FELIZ. ESPERABA RASCÁNDOSE LA NUCA, CON LAS PIERNAS CRUZADAS Y UNA LIBRETA AZUL EN EL BOLSO. ALGÚN DÍA HABRÍA ALGO EMOCIONANTE QUE CONTAR Y ESTARÍA PREPARADA, ESA OPORTUNIDAD NO IBA A ESCAPÁRSELE. A MENUDO TOMABA NOTAS SOBRE CUALQUIER COSA, UN GESTO DIFERENTE, UN SENTIMIENTO CONOCIDO… TODO VALÍA. EL AISLAMIENTO LE DEJABA ESPACIO PARA ESAS COSAS, Y CUANDO EL MIEDO NO LE RETORCÍA LAS TRIPAS, SE DEDICABA A GUARDAR INSTANTES, CONVENCIDA DE QUE LE HARÍAN FALTA AL CONTAR SU HISTORIA.
       LA CONFIANZA EN LO DESCONOCIDO LE DEJARÍA RASTROS EN LA CARNE, HUECOS QUE COMPLETARÍAN EL VACÍO A SU ALREDEDOR. PERO ESO ELLA NO LO SABÍA Y CONFIABA, TÍMIDA PERO AHÍ ESTABA PLANTADA, CON SUS RAÍCES NUDOSAS ABRIENDO LA TIERRA.
    LOS MOMENTOS DE CALIDEZ SE HACÍAN LEJANOS Y DESEABA OLVIDARLOS COMO LOS DÍAS BORRADOS, PORQUE SI VOLVÍAN EN SUEÑOS Y SIN AVISAR, AL DESPERTARSE SIEMPRE LE DOLÍAN. ESO SÍ, CADA VEZ MENOS. EN ALGUNA PARTE DEL SESO LE NACIÓ EL GUSTO POR LO DESIERTO, Y AHORA CUANDO EL ESPÍRITU DEL ABANDONO SE APARECÍA LA SONRISA LO HACÍA TAMBIÉN.

1.9.16

No tiene título.

 

       Suelo pensar que tengo suerte, y como es verdad me lo creo.

      Hoy no sale nada. Ni bueno ni malo. Ni seis palabras. No puedo creer que sea una tía con suerte, y los días que no me lo creo, pues... Lloro. ¿Cambiaría una suerte por otra? Me quejaría los miércoles, jueves y domingos, y puede que el resto de noches de mi existencia. Escupiría desde la ventana y hasta tiraría alguna olla o cualquier trasto que tuviera a mano. Y quién me diría que no puedo, quién sería capaz siquiera de mirarme a los ojos y abrir la boca, si mis actos serían la verdad saliendo ilesa de esa explosión de sesos que ahora ves reventando un cráneo. Mira, se desparraman como helado de fresa derretido sobre una mesa, buscando siempre la manera de estirarse un poco más, buscando la manera de escapar. Ya no lo ves. ¿Te he tocado? Permíteme recordarte el sonido del hueso al estallar, las ondas que parecen salir de las mismas tripas retumbando entre las costillas incluso después de oírlas. Y  el sabor. El pinchazo bajo la lengua un instante antes de notar la mezcla ácida y dulce disolverse en saliva, convirtiendo la boca en jugo.

       Ha pasado un rato y ha pasado la locura. Sigo siendo una chica con suerte, salgan palabras o no.
   

29.7.16

Suicidal Street.

 

      Allí estaba, entre el número treinta y la frutería ecológica, siguiendo en la pantalla táctil la ruta invisible que impone el vértigo cuando algo se queda en el pasado y, quieras o no, has de saltar al abismo para continuar. Después del cuarto mensaje posapocalíptico desistió, sabía que no habría respuesta. Al menos ninguna que le llevara directo al momento en que nada de ésto tuviera importancia.
      Desde el sofá le imaginaba olvidando y recordando a la vez, dejándose comer por la calle desierta que se proyectaba en naranja sólo para él.

28.7.16

Escribir es para ella.



       Encontró en ese rincón blindado a las miradas el instante hermoso que no esperaba vivir de nuevo, ni hacerlo tan distinto a otros que había sentido. A oscuras los sentidos, cada poro contraído en sincronización perfecta con las sístoles del corazón. Estaba en el vacío.
      Seguían las líneas estremeciendo el papel cuando recuperó el sentido del tiempo y se dejó llevar al segundo siguiente, de nuevo el oxígeno enhebrando vida en las retinas con esa cadencia que pasa desapercibida. El momento se perdía en el espacio, pero dejaba su aliento en la página escrita. Todo volvía a ser como antes, excepto eso: el rastro de un instante de inspiración que lo había transformado todo.

26.7.16

A la izquierda lo que me salva, a la derecha lo que me mantiene viva.

        Esta noche soñé con sesenta y tres pegados a la piel y sin haber cambiado un pelo. No puedo explicar cómo lo sé, pero soñé con la ignorancia. Se había instalado sin prisa, apenas advertí cómo le iba ganando espacio a la curiosidad. Alrededor era todo oscuridad, sólo un metro cuadrado escapaba del negro dejando ver sesenta y tres puñaladas rasgando la carne, descargando los sueños que no hacían más que pesar.
      Ya despierta miro mis manos y por fin entiendo que no importa lo torpe que pueda llegar a ser, ni las veces que esa voz convulsione mi garganta haciéndome vomitar frases sin sentido; porque cada una de ellas apretaba una herida abierta que hoy puedo dejar sangrar hasta que ya no quede veneno. Hoy me libero de todas las ideas que no desembocan en una historia viva, de las historias que matan las mejores ideas pretendiendo su sitio en mi cabeza. Entorno la mirada con la determinación y la paciencia del cazador nocturno, no perderé de vista el objetivo, no más carreras inútiles. Ahora soy libre y nadie puede negármelo, mi verdad se desnuda y no volveré a cubrirla. No voy a pensármelo más tiempo, me bajo de la noria y que les jodan si no me comprenden. Para mí tiene sentido, es suficiente con eso.
       Seré lo que soy. Cada segundo de satisfacción por ello germinará en mí como semillas de paz creciendo en todas direcciones, ya puedo sentirlo. Y sin venir a cuento recuerdo la superficie desigual de tus dientes y pierdo el orden de mis pensamientos, el orden...

13.7.16

Pobres de espíritu.

     
        Me aburren hasta el final y vuelta a empezar, un bucle infinito, un sueño que despierta ahogado en sudor a la misma hora cada noche. Veo en sus ojos ese centelleo de placer sádico al hablarme con su dulzor plástico, tan equivocados en la sentencia que dan pena. Son los pobres de espíritu, rezumando mierda de continuo. No hay problema, ya estoy acostumbrada a su peste, me distraigo en mi misión, sonrío mientras enciendo un cigarro.
       No llegarás a saber cuánto podrías dar ni recibir, no entenderás por qué el camino sencillo siempre es el más difícil de escoger; nunca te preguntarás qué hacía allí, por qué sonreía o por qué fui amable contigo a pesar de tu actitud, no me conocerás, no querrás darte cuenta de que no soy mejor que tú. Hasta el último día de tu vida creerás que todo lo que hiciste era lo necesario para sobrevivir y recordarás estos momentos con orgullo. Yo lo dejo a un lado en cuanto acabe la página, yo me divierto recordando carcajadas, yo no necesito nada que no signifique delicioso.

12.7.16

Nos vemos en el acuario.

      Tú no te imaginas. Yo no puedo mostrarte.

      Podría ser tan sencillo como aparenta, pero si fuera así de qué ibas a reírte cuando el silencio sube el volumen. Miro, miro otra vez y otra más. Intento no olvidarme de respirar, ya sabes, cosa complicada cuando estrellamos en cualquier acera y hay demasiado en qué pensar.
      Apareces cambiando las horas como si nada, haces de las tardes madrugadas y yo feliz de pasearlas. Dame un minuto y lo arreglo todo para que nada moleste en los próximos cien mil besos, con sus cientos de miles de colores reformando hasta las realidades más deslucidas.
      Te recuerdo que son palabras, que no se cuele ni una a pelear con las tuyas porque, pensándolo bien, me sobran todas por primera vez.

4.7.16

En paralelo.

      Todos huimos de algo, la mayoría de nosotros mismos. Incluso el reflejo plano de la propia mirada en un espejo es insoportable. Aquí estoy - piensas-, ese ser soy yo y no tengo control sobre él. Camino en círculos a sabiendas sin cambiar el paso, inhalo una y otra vez el mismo aire viciado, y la decisión de seguir haciéndolo todo de igual manera se levanta ante mí como un muro imposible. Un muro que me observa unos instantes cada día mientras me lavo los dientes o me rizo las pestañas. Soy yo, aquí, sin control sobre mí. Sin escapatoria. No sé cómo se dice que se tiene miedo, o que ya no se distingue lo real de la ficción… Por eso mejor me callo y sigo con mis rutinas. Después de todo siempre puedo volver a mi rincón, cruzar las piernas y escribir. Soy yo, aquí, acariciando un reflejo que no incomoda, que se desdobla en paralelo sin tapiar salidas, haciendo más fácil afrontar que huir. Y de fondo, una frase que se repite, “sí lo sé”. Cuando acabe con un “no sé” ten por seguro que conozco la explicación a mis errores, es la misma que la razón por la que los escondo: cobardía. Y así, evitando mirarlos a la cara, entierro los días que voy dejando morir, consciente de que no viviré nunca en ninguno de ellos como lo hago aquí.

22.6.16

Simple.

     
       Trenzado en la médula, electrificando cada fútil molécula de tu cuerpo y resucitando el emplaste de todas ellas se halla, modesto, el sentimiento que gustan llamar felicidad.
       Relámpagos de luz diluyéndose en las tripas igual que la estela de un cohete perdiéndose en el cielo. Si cierras los ojos, de nuevo puedes verla y notar como te revuelve el flequillo y hasta la vida entera. La risa escapa de tí en bloque, date cuenta, cuando menos lo esperas la escuchas salir desafiando cualquier señal que hable de cordura.
        Misterios que surgen para no ser cuestionados ni mucho menos entendidos, son inundaciones que te llevan flotando a tantos lugares como estés dispuesto a explorar, sin importar el porqué. Y cuando esa intensidad desaparezca y la ráfaga de luz deje de brillar en las retinas no te entristezcas, ni dudes que volverá el pinchazo en la nuca a despertar unas manos hibernando en los bolsillos.

21.6.16

En blanco.


        El blanco se alarga un día más y me hace dudar, ya no sé si podré abrir esa puerta de nuevo. Confío en que la madera vuelva a su ser y se abra sola, que de tanta holgura ya no vuelva a cerrarse, aunque siempre lo hace y siempre vuelvo a dudar si será la última.
      Tengo la sensación de estar perdiendo una parte importante de energía en algo que no tiene sentido, que me disgusta y además me roba tiempo. Debería resignarme a esta vida de tiempos robados y tardes de mierda con el pensamiento en el blanco. Mejor en el blanco que en cualquier otra parte donde esté el resto de mí. Pero no quiero o no puedo evitarlo, pensar que es pasajero de un cercanías llegando a destino, que ya falta poco, ya casi está. De ésta va la buena, y si no, lo será igualmente porque lo digo yo.
        Cuando sea valiente y ya no tenga miedo de casi nada podré alejarme, nadie podrá gritarme y si lo hacen no me importará. Me despertaré todas las mañanas oliendo mar y café en la habitación de al lado. De pronto el blanco no será un problema sino una parte necesaria del proceso que se revierte una y otra vez, y lo sentiré sin miedo. De nuevo sin miedo, como si fuera niña. Ya no necesitaré que me entiendan, que me valoren, ni que me respeten. Lo importante está en el blanco y ahí quiero estar, sin desvíos.

16.6.16

1:45

         

        Me llamo como la risa que guardan las gaviotas para burlarse de mi insomnio, lo descubrí la primera noche que las escuché divertirse a mi costa. No sabes tu nombre hasta que esa vibración te atraviesa la membrana directa al alma; no es para tí, es un sonido más, pero en el fondo sientes que tú si eres un poco parte de él. Es como un algo que siempre ha estado ahí sin necesitar que lo tengan en cuenta, tan humilde que solo por eso su pureza vale más cuando la descubres.
         Desde esa noche encuentro mi hogar en cualquier lugar, aunque me parezca estar perdida sigo en casa. Da igual que no pueda oírlas llamarme, sé que lo hacen y con ellas lo demás. Todo al alcance, y yo empeñada en no acercarme por no creerme parte de algo tan importante y hermoso como es la vida bullendo alrededor. Siendo sincera se me olvida que existe. Si cada día lo único que veo son paredes, alquitrán y caras rancias, lógico. Por suerte las gaviotas me lo recuerdan.
     Y el gato.
     Y el mar.
     Y cosas.

16.5.16

Ángulo muerto.

   

     Pierdo la perspectiva, no sé dónde estoy ni quién soy. Por qué hago lo que hago, por qué me siento fuera de todo.
     En el centro del fondo de algún lugar, el aliento se condensa y la sangre se coagula. Nutridas del desastre, las articulaciones supuran lágrimas en ramillete para quien las quiera. Poco más tengo que no sean dudas, rotos y tachones. Hoy piso realidad, y hace daño. Puede que mañana no, puede que encuentre un rincón para mí y no me importe compartir. Pero ahora sigue siendo hoy y sigue doliendo.
     Más que dolor es desgana. Agota vivir en permanente desahucio, esperando un relámpago que me llene el pecho con pulso de tambor. Ingenua... ¿Qué locura es esa de reanimarlo para matarlo? La paradoja de encerrarse en una caja hasta que alguien te diga si vives o mueres . Mientras tanto a veces vives, a veces mueres, sin saber en qué momento va cada uno, sin llegar a ser vivo ni a ser muerto.
 

7.5.16

Ser-sabor-secreto.



         Tengo un secreto, un secreto de verdad, uno que solo sé yo. Lo quiero así para mí sola, bien envuelto en papel de regalo brillante. De vez en cuando lo deseo satinado en mis yemas y de tan delicioso parece que quema, no se deja tocar. Si pudiera deshacerlo en saliba sería puro sirope de azúcares deslizándose hasta los tobillos.
        Como morder melocotones, así de jugosos son los mejores secretos.

Joder. Con eso resumo todo.

   

          No es que no sea consciente de la importancia que tiene el hacer un esquema de la historia antes de ponerse a escribir, es más bien que mi vida se rige por el caos, y la escritura no iba a ser la excepción.
         Soy una principiante, me dejo embaucar por esos momentos románticos en los que pareces seguir un dictado divino. Luego, el silencio. Y luego, recuerdo lo aprendido y me hago el harakiri por no haberlo aplicado. Bueno tanto no, pero casi. Está claro que cada uno tiene su estilo, el mío es ir a trompicones.
       Escribir es un trabajo duro, por si alguien lo dudaba. En mi casa no lo dudan, están seguros de que ya no nacen escritores. Los nuevos iconos de la literatura son personajes televisivos que venden sus infidelidades, los creadores de la renovada y definitiva dieta de la piña, o el psicólogo de turno que me borrará los traumas con sus reflexiones. Da igual que aparezca ¡con dinero señores!, de un premio tal o cual, o con el folleto que van a leer en la consulta del dentista y que escribí yo (no quiero complicarles la vida con poesía), que como mucho dirán “ que bien”, y seguirán comiéndose las lentejas. Eso sí, la final de GH merece tres o cuatro días de comentarios, vídeos por Whatsapp, y enlaces a reportajes digitales.

        La recompensa no va ligada al esfuerzo, ya lo sabía. También intuyo que ni yo misma estaré nunca satisfecha con mi trabajo, y eso lo hace más duro. Hay días locos en los que todo va a la basura, y hasta apetece tirarse a uno mismo, pero te sientas y sigues escribiendo mierda, de otro modo no sería posible aprender. A veces conozco a alguien que dedica su tiempo a lo mismo, aunque no de la misma manera, y sigo sin poder compartir al cien por cien lo que me ocurre cuando escribo. Me revuelve las tripas estar tan sola en esto. ¿Y por qué lo hago? Es que soy una pesada, me gusta contar. Me pone llenar cajones con libretas, papeles sueltos, libros con más post it que páginas... Abrirlos tiempo después y que me sorprendan.
     No pensaba enamorarme, pero cien mil palabras son muchas.

Má.



       Soñar es pisar arena salada un martes a las dos de la madrugada, bañada por mar y cielo a partes iguales. Entender en la noche el sentido de la muerte y olvidarlo a la mañana siguiente, para seguir soñando sin nada que pueda molestar.
        Hoy me he visto reflejada en un escaparate y ¿sabes qué?, soy tan parecida a tí que por un momento no supe quién era. Todo lo que había olvidado ha vuelto, te reconozco en mis mejores ideas. Intercambiamos el espacio, ahora tú vas dentro de mí, me reconfortas, haces que vuelva a casa. Aún me divierte pensar en tus cosas, pedirte imposibles o contarte cualquier tontería porque sí. Las visitas no son lo mío, ya lo sabes, pero es que estás tan aquí que no sé bien dónde ir a verte.

       La lucidez ha llegado un poco tarde, pero es tan exacta que lo demás sobra. Si esto es el amor, es todo lo que esperaba que fuera.

4.5.16

Hoy no.



Es excitante esa casualidad
                              sobre la baldosa.

Es vampírico ese instinto,
                         carnívoro y ansioso.

Será suficiente con plegar la incertidumbre
por esta noche,
al menos por esta noche,
voy a distraer la mano
entre algodón y sintético.

Hoy no te haré caso,
te doy por muerto
para resucitarte mañana,
y serás alcohol quemando la página,
te lo prometo.

La teoría Pantone. Parte segunda.

     


         Me sudaban las manos. Siendo sincero, estaba empapado de pies a cabeza. La primera cena con una mujer en al menos tres años y, cosas de la vida, lo único que conocía de ella era su voz.
        Por momentos pensaba en salir del restaurante y olvidarme de todo eso, pero algo me tenía paralizado y no era la posibilidad de echar un polvo. O al menos no era lo único. Mi oportunidad de huir se esfumó al mismo tiempo que el maître acomodaba en una silla frente a la mía a un ejemplar maravilloso, excepto por el pelo color verde. Y las cejas, los ojos, el vestido, las uñas… Todo verde.

        - ¿Lo has traído?
        - Sí, como me indicaste-dije mientras me afanaba en sacar el portátil de la mochila.
        - Perfecto. Disfruta de la cena, ya habrá tiempo para eso.
         
           Pero no disfruté demasiado. En los últimos días las preguntas se multiplicaban, y a la vez la intuición de que no iba a resolverlas esa noche, o al menos no como esperaba. Todo por el puto Mac de las carpetas. O mejor dicho, el puto destino actuando. El resto lo hizo mi curiosidad y Braus que, por desgracia para él, tenía buena mano para la informática y tuvo que dedicar un buen rato a desactivar contraseñas.

         - Gracias tío. A ver que hay aquí...
         - Gracias los cojones. Me debes unas pintas- dijo apuntándome con los dedos a modo de pistola.
         - ¿Eh? Sí claro, luego quedamos.

          Cada carpeta contenía varios archivos de audio. En el primero, una voz de mujer, perfectamente modulada y con ese punto melancólico de las voces roncas, desarrollaba al detalle la teoría del color. Me la ponía dura. Hasta que llegué a uno que me desconcertó. La voz se dirigía a mí por mi nombre, me daba instrucciones para “guíar a los nuevos elegidos”, y un montón de cosas que no entendía. Me dolía la cabeza. Cerré el portátil y me fui con él a casa. Allí me esperaba la escena de costumbre: mi padre durmiendo con medio cuerpo colgando del sillón orejero. Ya tumbado en la cama no podía evitar pensar de quién sería esa voz y qué sentido tenía todo aquello.
          Encendí el Mac para escucharla de nuevo y vi una notificación de email. Accedí sin problemas, Braus se había portado. En él, se me citaba en el restaurante del hotel Zahure dos días después, con la intención de recuperar el portátil que se dejaron en mi mesa sin querer. Respondí que para nada había sido casualidad, y que no devolvería el Mac si no se me explicaba de que iba la broma. No me contestaron. Y ahí estaba, dos días después, en ese restaurante, probablemente cenando con una prostituta pagada por Braus y su primo,en un intento de darle emoción a mi vida con el jueguecito del portátil.

Me declaro hostil.

La que nunca luce,
la que siempre falla,
la que a veces se revuelve
y muerde “sin razón”.

La que fácil se pierde,
la que complica todo,
la que enreda sentimientos
y “se pasa de pasión”.

Ya desisto en demostrar
que puedo crecer más,
que puedo ser cuando mires
lo que deseas encontrar.

Me declaro hostil,
indecente y ladrona inconsciente
de cualquier media noche
que prometa libertad.

28.4.16

Un buen lugar.



    Pon la cama bajo la ventana,
        la ventana frente al mar,
      el mar bajo una tormenta,
       una tormenta frente a tí
 y me quedaré aquí para siempre.

Cómo no querer volver.

   

        Ahora que lo pienso, recuerdo perfectamente la mejor época de mi vida. Correr a esconderme en los portales para asustar al personal, saltar en charcos marrones y madrugar los sábados para pillar los columpios del parque libres… Eso era vida de privilegiados.
       Llegar a casa del colegio, que mi madre tuviera preparada la tortilla más rica del mundo y consiguiera indigestarme a base de cosquillas, reservado para días especiales. En los superespeciales hacíamos guerras con pistolas de agua dentro de casa.
       Los que no podía creer que fueran reales, los de “frigopies” después de pasarme toda la tarde jugando con una pelota descolorida en el mar. Y los ya sublimes, insuperables, los de chocolate con churros al lado de la cocina de carbón y siesta con "Los Simpsons" de fondo.

Para leerme apaga la luz.

        Me escondo, desde hace un tiempo. Cuando no escribo en privado aún más. Pongo capas y capas para velar la escena. Que no se vea demasiado, no sea que alguien consiga entrar y profundice. Puede ser timidez, puede ser exceso de celo. Puede ser que me paraliza el miedo a ser descubierta.
        El miedo. Coprotagonista de mi película.  Me esfuerzo por entenderlo, pero no hay manera. Sobretodo cuando aparece sin esperarlo y me ahoga. A la mierda. No hay por qué tener respuestas para todo, ni siquiera para el miedo. Si pudiera vivir sin analizar cada segundo que experimento todo sería más sencillo. No tendría miedo a tener miedo, no habría razón para esconderse. Dejaría fluir cada pensamiento, todo el mundo entendería mi mensaje y sería libre.
        Libre para tener miedo o cualquier otro sentimiento, sin sufrir por tenerlo, sin preguntarme por qué lo tengo.
        Antes era así, despreocupada, sin laberintos. Ahora ya no. Me habré hecho mayor.

El subterfugio de la ficción o cómo sobreviví imaginando otras vidas.

 

       Hay algo en su cabeza que no funciona bien. No sabe lo que es, ni por qué le ocurre, pero no hay día en que no salga a relucir. A veces lo ignora, otras se aparta de la vida y no sale del papel.
      Me inquieta con preguntas que no puedo responder, y me pide que me haga cargo de sus cosas más importantes. No me gusta su dependencia. Tampoco me gusta su manera de mirarme, soberbia, como si yo fuera la parte que la afea.
      Poco a poco me va robando oxígeno, llegará el momento en que seré un apéndice seco dentro de ella, como un gemelo parásito, y tendrá pleno albedrío. No sé si lo temo o lo deseo. Me la imagino con la mirada en otra realidad, caminando errática y por supuesto, sola. Distanciada de cualquier miedo, dolor o placer que la vida quiera ofrecerle. Puedo entenderla. Es más sencillo quedarse en un espejismo, lo reconozco. Apretar los dientes hasta que se haga palpable y caiga sobre tu cabeza una felicidad insana, pero felicidad a fin de cuentas.
     Yo no quiero eso. Quiero el nudo en la garganta, quiero la vida que se pasa de real y te atosiga, quiero ver la mierda cuando la piso. No quiero existir en segundo plano aunque, más a menudo de lo recomendable, lo hago.

26.4.16

La teoría Pantone. Parte primera.


        “No pega”. La frase era simple y corta, pero viniendo de su boca podía joderte la tarde en segundo y medio si no eras capaz de contraatacar con algo convincente.

        -Es la intención. Está todo muy visto, ya nada sorprende- vamos, déjalo así-. Es justo lo que necesita esta casa, vibrar.

       -¿Vibrar? Joder, lo has conseguido, parece un puto vibrador . No me gusta. Arréglalo.

      Eso suponía un día sin salir del estudio, más otros dos para las devoluciones y colocar los nuevos muebles. Cabrón. Una vez resignado, lo mejor era empezar cuanto antes, así que me serví un café largo y volví a mi despacho a buscar los planos de la casa en el Mac. No sé quién había sido el gracioso, pero no estaban. Borrados. Cuatro nuevas carpetas en el escritorio era todo lo que se podía ver, o lo que no, porque las cuatro tenían contraseña de acceso. Golpeé la mesa y me desahogué a base de palabrotas hasta que me di cuenta de que ése no era mi portátil, el mío lo había dejado en el despacho de Braus. Miré por el cristal y allí estaba, en uno de los asientos junto a su mesa. Entré sin llamar, algo habitual cuando le interrumpía para escaquearnos, sin darle oportunidad de respuesta.

       -Tío estoy currando, no toques la vaina.

       -Vengo a por el portátil- me incliné hacia su cabeza y bajé la voz- Alguien se ha dejado el suyo en mi mesa.

       - Y a mí que coño me importa.

       Pues vale. Estaba claro que el cerdo al que llamábamos jefe se había despachado también con él. Volví a mi mesa y me puse a trabajar; pensé en darme una vuelta por la oficina en busca de su dueño, pero fue un pensamiento fugaz, tenía demasiado que hacer. Ya vendrían a por él.
       Cuando levanté los ojos del nuevo diseño era casi media noche. Eché una mirada rápida al Mac de las carpetas que seguía sobre mi escritorio. No había caído en el hecho de que alguien había estado aquí haciendo a saber qué. Revisé los cajones por si faltaba algo, pero qué iba a faltar… Solo guardaba rotuladores de colores, el estuche de rotrings, chicles, filtros de cigarrillos y algún preservativo. Por encima de la mesa tenía esparcidos los bocetos del proyecto actual y poco más, nada que valiera la pena robar o urgar. Empecé a plantearme la posibilidad de que el ordenador olvidado era para mí, aunque esa teoría resultaba aún más surrealista.

25.4.16

Ojos de gato.

     Creo que no podría describir nuestra relación ni en mil años de práctica. Ni dando mil vueltas en ese lenguaje invisible a los demás y hasta ridículo, que manejamos sin censura, podría hacer entender a los ajenos lo que cocinamos en intimidad.
     Lo siento cuando me hablas sin palabras y aún así el mensaje es directo, volvemos al principio, se desdibujan los límites que nos separan.
     Lo siento cuando suspiras mientras duermes, puedo ver el matiz hedonista y pienso que quizá por eso se nos da tan bien compartir el tiempo.
     Lo siento cuando me das ese momento de amor primitivo, cómo no imitarlo, jugar a ser solo espíritu.
     Lo siento cuando te veo inocente, todo lo perdonas, no hay maldad ni complicaciones en tu ser.
     No sé si éste es tu lugar, puede que no debas estar aquí y sea egoísta separarte de tu naturaleza. Un día compartiremos esa libertad y podré devolverte el favor. Mientras tanto, gracias.


La parte buena de esta noche.

     


             Las madrugadas que me fumo sin remordimientos acaban siempre en amaneceres de melocotones y pomelos maduros. Éste concretamente, va pintado de fresas con leche y olor a tierra mojada; no me preguntes por qué.
          Cuando despierte de nuevo, este momento se habrá secado y con él todos los fracasos que derramé sobre la noche. Aún puedo oírlos latir y sin embargo es como si ya hubiesen muerto, ya vuelve a quedar la página limpia ansiosa de acción.
           Podré escoger sonrisa, botas altas y algo para comer. Qué importa lo demás. Si hoy no se deja escribir, ya volveré otro día, y si hoy tampoco apareces con flores, mejor.



Mi momento favorito.

     




       Me gusta sentarme justo en el borde y quedarme allí casi sobre la nada, observando mil mundos flotar en la cortina de sol que entra por la ventana. Así, respirando despacito, puedo pensar el sinsentido que dibujo al otro lado de mis pestañas, sin que nadie interrumpa mi momento favorito.
     Aquí dentro, nadie me sujeta por el cuello obligándome a redireccionar. Aquí yo elijo la cadencia sin que puedas hacer nada. O sí, no lo sé. Lo que si es cierto, es que en esos momentos me siento acosada por seres que me cuentan su historia desordenada; dudo si todos ellos soy yo, y de ahí la obligación de darles huesos y entrañas, de aceptar indicaciones. Me da miedo morir si dejo perderse a alguno de esos hijos de puta sin haber contado sus mentiras.
     Me pregunto si no habrá, más cerca que lejos, otro pobre desgraciado perseguido por una historia que sea todas las mías, sin otra opción que perder su tiempo y su salud en descripciones que me den un instante más de vida.
     Si estás ahí, hay algo que haces mal. Mejor deja de escribir.


De cuando no quiero escribir.

       


    Por un momento siento la angustia en el pecho; luego la veo deshacerse en el ambiente con humo de tabaco y recupero un centímetro de pulmón. Y todo por temer quedarme a solas contigo. Llevo días no, semanas, evitándote. No preguntes, ambos sabemos lo que me ocurre y no quiero mentirte. Y eso que solo contigo puedo sentirme mejor pero, en estas noches que se desgranan casi interminables, prefiero rebozarme en nostalgias decadentes.  Supongo que hay ciertas cosas que nunca cambian, y si lo hacen, en algún momento flaquean las fuerzas y miran de reojo lo que fueron; son absorbidas por el agujero negro del pasado, que no parece cansarse de tragar ocasos, y cariños, y todo lo malo que una vez fue devastador pero ha dejado de quemar.
    No te lo tomes tan mal, sabes que para mí eres una estrella que nunca se pone, que siempre puedo mirar, que siempre está en su rincón de oscuridad. Hoy he vuelto, no hace falta que prometa volver a hacerlo, pero necesito que tú sigas en tu rincón. No huyas tú también. Sería gracioso buscarte un día, entre fibras y tinta de kiosko, y encontrar un “cerrado por defunción” o algo por el estilo, confieso que acabaría riendo. Después de tanto mezclar nervio y puro miedo al sentirte observando mi imposición de distancia, una desaparición inoportuna por tu parte sería irónica cuanto menos.
    Maldito cabrón, ahora me miras así y sé
que nunca te irás de aquí, serás mi estrella circumpolar.


No comparto. Parte segunda.




        El timbre resonó dentro de mi cráneo unos segundos y, sin darme tiempo a preparar una excusa en condiciones, la puerta se abrió delante de mí dejándome al descubierto.

    -¿Sí?- dijo poniéndose la mano en el pecho. Parecía que acabara de darse cuenta de su falta de ropa y tuviera la necesidad de disimularla.
    - Hola... Verás, vivo en el cuarto, y no tengo señal en la tele- revolví la lengua entre los dientes en un intento de hacer saliva-, si fueras tan amable de comprobar si la tuya funciona...
        Se quedó mirándome y me dio por pensar que mi mentira no había colado, sabía que le había escuchado matarla y tendría que hacer lo mismo conmigo.
       - Claro, pasa.
       Mierda, y ahora qué… Entré en el hall, estaba prácticamente vacío execepto por un perchero del que colgaba una cazadora de hombre.
      - ¿Hola?- dijo desde el salón.
      - Hola, digo sí, eh perdón...
       Hizo un gesto con la mano invitándome a pasar y se dio la vuelta sobre el sofá; supuse que buscaba el mando de la tele entre los cojines, pero al pasar la vista por la habitación lo vi sobre la mesa y se me cortó la respiración. ¿Qué coño buscaba, un mazo? ¿El cuchillo que escondió cuando llamé al timbre?
       -¿Buscas el mando?-dije con voz de matasuegras-, porque está en la mesa...
        Sonrió y se dio una palmada en la cabeza. Estaba justo delante de mí encendiendo la tele y pude ver que tenía la espalda mojada, y el pelo. Le olí disimuladamente, era sudor. Olía a sexo, a látex usado. De hecho todo el salón olía a lo mismo. Así que el asesinato había sido un polvo... Desde luego, si ahora la gente follaba así, me había quedado muy anticuada. Quizá la matara después... Pero cómo iba a saberlo. Empezaba a marearme, necesitaba volver a la seguridad de mi búnker...
        -¿Eh? ¿Me oyes?
        Me zarandeaba la muñeca intentando bajarme de donde quiera que estuviera colgada; pero ese contacto era lo que faltaba para sobrecargar mi sistema y tuve que salir corriendo hacia la puerta de entrada, que seguía abierta.
       Creo que me caí en los últimos escalones a mi rellano, no lo recuerdo bien. Con dos diazepanes y otros tantos vodkas como para recordarlo.

No comparto. Parte primera.


      Tintineo de llaves al otro lado de la puerta y, un instante después, escándalo de tacones y bolsas de supermercado por toda la casa. Me levanté de la cama con el pulso taquicárdico y di varias vueltas sobre mí misma, con la botella de vodka en la mano buscándole un escondite seguro.
        -Cualquier día te traga…
        -Si tuviera la intención ya lo hubiera hecho- dije frotándome los ojos.
        -Por lo menos podías cambiar las sábanas.
     
         Salí a la terraza envuelta en el nórdico y encendí un pitillo. Solo venía un par de veces por semana, pero su discurso era insoportable, siempre la misma mierda. Terminó de colocar las latas de comida precocinada y se largó sin más, así era mi madre, dispuesta a escucharme y darme cariño en todo momento.
       Me puse a pintarme las uñas, entretenimiento simple mejor que reprochar al aire lo que me quedaba con ganas de escupirle a ella. El día se presentaba interesante, basta que no puedas usar las manos para que necesites mear. Como pude me puse a ello y no hubo desgracias, pero en este caso (entre otros muchos) subirse las bragas era más complicado de lo que parecía. Me quedé sentada con la cabeza sobre el lavabo escuchando la nada que se colaba por el conducto de ventilación. La nada eran los vecinos discutiendo a gritos. No era capaz de entender lo que decían, pero intuí que el de la cagada era él. Ella gritaba unos segundos, él parecía pedir perdón, silencio, de nuevo ella chillaba y así hasta que pude vestirme y salir del baño. Por el pasillo los sonidos vibraban con más nitidez; la escena empezaba a irritarme cuando todo se calló con un golpe. No le di importancia, pero a falta de algo interesante en que ocuparse, mi imaginación tejía teorías a cuál más sangrienta. De vez en cuando salía al pasillo por si se escuchaba algo, pero nada. Me puse unas nike que había abandonado hacía tiempo debajo del sofá y abrí la puerta de entrada, dejando pasar un poco de aire fresco que agradecí.
        Se acumulaban las tensiones en ese punto de la casa y podía sentirlo. Un pie, otro pie, y ya estaba fuera del búnker. Apretaba el manojo de llaves concentrándome en ese dolor, si aguantaba unos minutos podría subir las escaleras y comprobar que todo eran imaginaciones mías. Era lo más difícil que me había exigido en los últimos meses, ya ni siquiera pensaba en salir a la calle como la gente normal, pero esto era importante, joder que si lo era...